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Nicaraguan President Daniel Ortega’s demand that European countries respect his nation and their decision not to sign the final declaration of the summit between the European Union (EU) and the Community of Latin American and Caribbean States (CELAC) stands on just grounds. Similarly, the CELAC’s decision not to blame Russia for everything that happens in Ukraine and pushed instead for a just peaceful resolution of the conflict, deserves support of peace-loving peoples of the world.
In the third EU-CELAC Summit in Brussels on June 17 and 18 this year, Nicaragua refused to sign the final declaration because it did not include the suspension of the unjust coercive and unilateral measures against Venezuela and Nicaragua, since they violate human rights. Moreover, the Nicaraguan proposal that the EU-CELAC document to include an exhortation to the United States not to deliver cluster bombs to Ukraine, was not contained in the declaration. Nicaragua also demanded that President Joe Biden comply with the ruling of the International Court of Justice, which requires the United States to compensate Nicaragua for the “acts of terrorism” committed against it in the 1990s.
Nevertheless, the CELAC countries succeeded in rejecting EU’s proposal to blame Russia for everything that happens in Ukraine and formally endorsed in the declaration supporting “…all diplomatic efforts aimed at a just and sustainable peace in line with the UN charter.”
The National Democratic Front of the Philippines (NDFP) condemns the US government in providing cluster bombs for the Zelensky government of Ukraine.
In 2008, more than 120 countries signed the Oslo Declaration prohibiting the use of cluster bombs. The US, as well as Russia, China, Israel, and others did not sign the declaration. When dropped from the air, cluster bombs detonate before reaching the earth causing more widespread damage and spread smaller bombs that get buried under the soil, leaving a field of explosive mines that will pose a danger to civilians.
The US/NATO proxy war in Ukraine against Russia is an inter-imperialist war. It is a manifestation of the continuing crisis of the moribund monopoly capitalist system. The redivision of the world among the imperialist powers goes on as they seek to continuously expand their spheres of investments and hegemony. Among the strategic aims of the US is to take over Russia’s large European market of natural gas, as well as seize control of the rare earth mineral resources in the Donbass region.
The sharpening global crisis of capitalism, and the prolonged stagnation and slide into economic recession of the US and other leading capitalist countries, intensify the push of the US to provoke wars against its imperialist rivals.
While the broad masses of workers in Ukraine are suffering, monopoly capitalists continue to rake in profits. The US military industrial complex is one of the biggest profiteers in the prolonged war. The Biden government alone has poured $76.8 billion into Ukraine, 61% of which comprises of direct provision and grants and loans for weapons and military equipment. US/NATO allied countries such as Germany, France and the UK also profit from these.
Even as the US pours billions of dollars into the war in Ukraine, it is busy increasing its military presence in Japan, South Korea, the Philippines, and other Asian countries, as part of its preparations of the theater of war against China.
The peoples of the world must act vigorously, build, and strengthen international solidarity among all anti-imperialist organizations, movements, and countries to mobilize the greatest numbers of people. They should demand an end to the US/NATO war in Ukraine against Russia, and to US imperialist warmongering and war preparations elsewhere in the world. #
APOYAN LA AFIRMACION DE NICARAGUA Y LA CELAC A LA SOBERANIA Y LA NEGACION A SER ARRASTRADOS A LA GUERRA PROXIA DE EEUU Y LA OTAN EN UCRANIA
Auteur, organisation, date ¿???
La exigencia del Presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, de que los países europeos respeten a su nación y su decisión de no firmar la declaración final de la cumbre entre la Unión Europea (UE) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), tiene justos fundamentos. Del mismo modo, la decisión de la CELAC de no culpar a Rusia de todo lo que ocurre en Ucrania y abogar, en cambio, por una justa resolución pacífica del conflicto, merece el apoyo de los pueblos amantes de la paz del mundo.
En la III Cumbre UE-CELAC celebrada en Bruselas los días 17 y 18 de junio de este año, Nicaragua se negó a firmar la declaración final porque no incluía la suspensión de las injustas medidas coercitivas y unilaterales contra Venezuela y Nicaragua, ya que violan los derechos humanos. Además, la propuesta nicaragüense de que el documento UE-CELAC incluyera una exhortación a Estados Unidos para que no entregue bombas de racimo a Ucrania, no fue recogida en la declaración. Nicaragua también exigió al presidente Joe Biden que cumpliera la sentencia de la Corte Internacional de Justicia, que obliga a Estados Unidos a indemnizar a Nicaragua por los “actos de terrorismo” cometidos contra ella en los años noventa.
No obstante, los países de la CELAC lograron rechazar la propuesta de la UE de culpar a Rusia de todo lo que ocurre en Ucrania y respaldaron formalmente en la declaración el apoyo a “…todos los esfuerzos diplomáticos encaminados a una paz justa y duradera en consonancia con la carta de la ONU”.
El Frente Democrático Nacional de Filipinas condena al gobierno estadounidense por suministrar bombas de racimo al gobierno ucraniano de Zelensky.
En 2008, más de 120 países firmaron la Declaración de Oslo que prohíbe el uso de bombas de racimo. Estados Unidos, así como Rusia, China e Israel, entre otros, no firmaron la declaración. Cuando se lanzan desde el aire, las bombas de racimo detonan antes de alcanzar la tierra causando daños más generalizados y esparcen bombas más pequeñas que quedan enterradas bajo el suelo, dejando un campo de minas explosivas que supondrán un peligro para la población civil.
La guerra por poderes de Estados Unidos y la OTAN en Ucrania contra Rusia es una guerra interimperialista. Es una manifestación de la continua crisis del moribundo sistema capitalista monopolista. La redivisión del mundo entre las potencias imperialistas continúa, ya que tratan de ampliar continuamente sus esferas de inversión y hegemonía. Entre los objetivos estratégicos de EEUU está hacerse con el gran mercado europeo de gas natural de Rusia, así como hacerse con el control de los recursos minerales de tierras raras de la región del Donbass.
La agudización de la crisis mundial del capitalismo, y el prolongado estancamiento y caída en la recesión económica de EEUU y otros países capitalistas líderes, intensifican el empuje de EEUU para provocar guerras contra sus rivales imperialistas.
Mientras las amplias masas de trabajadores de Ucrania sufren, los capitalistas monopolistas siguen cosechando beneficios. El complejo militar-industrial estadounidense es uno de los mayores beneficiarios de la prolongada guerra. Sólo el gobierno de Biden ha vertido 76.800 millones de dólares en Ucrania, el 61% de los cuales comprende la provisión directa y subvenciones y préstamos para armas y equipamiento militar. Países aliados de Estados Unidos y la OTAN como Alemania, Francia y el Reino Unido también se benefician de ello.
Incluso mientras EE.UU. invierte miles de millones de dólares en la guerra de Ucrania, está ocupado aumentando su presencia militar en Japón, Corea del Sur, Filipinas y otros países asiáticos, como parte de sus preparativos del teatro de guerra contra China.
Los pueblos del mundo deben actuar enérgicamente, construir y fortalecer la solidaridad internacional entre todas las organizaciones, movimientos y países antiimperialistas para movilizar al mayor número de personas. Deben exigir el fin de la guerra de EE.UU. y la OTAN en Ucrania contra Rusia, y del belicismo imperialista de EE.UU. y los preparativos de guerra en otras partes del mundo.
Soutenez la revendication de souveraineté du Nicaragua et de la CELAC et leur refus d’être entraînés dans la guerre de proxys menée par les Etats-Unis et l’OTAN en UKRAINE.
Auteur, organisation, date ?????
La demande du président du Nicaragua, Daniel Ortega, aux pays européens de respecter sa nation et leur décision de ne pas signer la déclaration finale du sommet entre l’Union européenne (UE) et la Communauté des États latino-américains et caraïbes (CELAC) est fondée. De même, la décision de la CELAC de ne pas blâmer la Russie pour tout ce qui se passe en Ukraine et d’insister au contraire sur une résolution pacifique et juste du conflit mérite le soutien des peuples du monde entier épris de paix.
Lors du troisième sommet UE-CELAC qui s’est tenu à Bruxelles les 17 et 18 juin derniers, le Nicaragua a refusé de signer la déclaration finale parce qu’elle n’incluait pas la suspension des mesures coercitives et unilatérales injustes prises à l’encontre du Venezuela et du Nicaragua, étant donné qu’elles violent les droits de l’homme. En outre, la proposition nicaraguayenne d’inclure dans le document UE-CELAC une exhortation aux États-Unis à ne pas livrer de bombes à fragmentation à l’Ukraine n’a pas été reprise dans la déclaration. Le Nicaragua a également exigé que le président Joe Biden se conforme à l’arrêt de la Cour internationale de justice, qui exige que les États-Unis dédommagent le Nicaragua pour les “actes de terrorisme” commis à son encontre dans les années 1990.
Néanmoins, les pays de la CELAC ont réussi à rejeter la proposition de l’UE de blâmer la Russie pour tout ce qui se passe en Ukraine et ont formellement approuvé dans la déclaration le soutien à “…tous les efforts diplomatiques visant à une paix juste et durable en accord avec la charte de l’ONU”.
Le Front national démocratique des Philippines (NDFP) condamne le gouvernement américain qui a fourni des bombes à fragmentation au gouvernement ukrainien de Zelensky.
En 2008, plus de 120 pays ont signé la déclaration d’Oslo interdisant l’utilisation des bombes à sous-munitions. Les États-Unis, ainsi que la Russie, la Chine, Israël et d’autres pays n’ont pas signé la déclaration. Lorsqu’elles sont larguées depuis les airs, les bombes à sous-munitions explosent avant d’atteindre le sol, causant des dommages plus étendus, et répandent des bombes plus petites qui sont enfouies sous le sol, laissant un champ de mines explosives qui constituent un danger pour les civils.
La guerre par procuration menée par les États-Unis et l’OTAN en Ukraine contre la Russie est une guerre inter-impérialiste. C’est une manifestation de la crise persistante du système capitaliste monopoliste moribond. La redivision du monde entre les puissances impérialistes se poursuit alors qu’elles cherchent à étendre continuellement leurs sphères d’investissement et d’hégémonie. L’un des objectifs stratégiques des États-Unis est de s’emparer du grand marché européen du gaz naturel de la Russie, ainsi que de prendre le contrôle des ressources minérales en terres rares de la région du Donbass.
L’aggravation de la crise mondiale du capitalisme, la stagnation prolongée et le glissement vers la récession économique des États-Unis et d’autres pays capitalistes de premier plan, intensifient la pression des États-Unis pour provoquer des guerres contre leurs rivaux impérialistes.
Alors que les larges masses de travailleurs en Ukraine souffrent, les capitalistes monopolistes continuent d’engranger des profits. Le complexe militaro-industriel américain est l’un des plus grands profiteurs de cette guerre prolongée. À lui seul, le gouvernement Biden a déversé 76,8 milliards de dollars en Ukraine, dont 61 % sous forme de subventions et de prêts pour l’achat d’armes et d’équipements militaires. Les pays alliés des États-Unis et de l’OTAN, tels que l’Allemagne, la France et le Royaume-Uni, en profitent également.
Alors même que les États-Unis déversent des milliards de dollars dans la guerre en Ukraine, ils sont occupés à renforcer leur présence militaire au Japon, en Corée du Sud, aux Philippines et dans d’autres pays asiatiques, dans le cadre de leurs préparatifs pour le théâtre de guerre contre la Chine.
Les peuples du monde doivent agir vigoureusement, construire et renforcer la solidarité internationale entre toutes les organisations, tous les mouvements et tous les pays anti-impérialistes afin de mobiliser le plus grand nombre de personnes. Ils doivent exiger la fin de la guerre menée par les États-Unis et l’OTAN en Ukraine contre la Russie, ainsi que du bellicisme impérialiste américain et des préparatifs de guerre dans le reste du monde.